4.5 Medidas para gestión sustentable de los ecosistemas naturales terrestres

Para enfrentar el deterioro del medio ambiente y la pérdida de nuestro patrimonio natural, todos tenemos que adoptar patrones de producción y consumo sustentables, haciendo más eficiente la manera en que utilizamos los recursos naturales y disminuyendo los residuos y emisiones que generamos y que contaminan el aire, el agua y el suelo.

La estrategia de conservación de los ecosistemas terrestres pretende básicamente, procurar y asegurar la protección de zonas naturales con poca o nula influencia y perturbación humanas, importantes por su biodiversidad y/o los servicios ambientales que brindan a la sociedad. Dentro de esta estrategia, los instrumentos más importantes impulsados han sido las áreas naturales protegidas (ANP), los humedales de la Convención Ramsar y los programas de pago por servicios ambientales (PSA). En conjunto, estos instrumentos protegían, a diciembre de 2008, alrededor de 22.2 millones de hectáreas4, lo que equivale aproximadamente al 11.3% de la superficie nacional.



Las áreas naturales protegidas constituyen una de las estrategias más utilizadas internacionalmente para mantener la integridad de los ecosistemas. Estas áreas son superficies representativas de diversos ecosistemas, en donde el ambiente original no ha sido alterado significativamente por la actividad humana, las cuales proporcionan además servicios ambientales de diversos tipos, y que incluso pueden albergar recursos naturales importantes o especies de importancia ecológica, económica y/o cultural.

El Sistema de Unidades de Manejo de la Vida Silvestre (Suma) fue establecido en 1997 y es coordinado por la SEMARNAT a través de la Dirección General de Vida Silvestre (DGVS). Busca el aprovechamiento de la vida silvestre de forma legal y viable, a la vez que promueve esquemas alternativos de producción compatibles con el cuidado del ambiente, por medio del uso racional, ordenado y planificado de los recursos naturales.

Recuperación de los ecosistemas terrestres.

Ante la significativa pérdida y alteración de los ecosistemas naturales del país, fue indispensable, desde tiempo atrás, el diseño e implementación de instrumentos de política ambiental dedicados no solamente a la protección de los remanentes de los ecosistemas y al aprovechamiento sustentable de la vida silvestre -incluida la actividad forestal-, sino otros orientados a la recuperación, cuando fuera posible, de zonas degradadas, afectadas por plagas o enfermedades, o de aquéllas en las que los ecosistemas naturales hubiesen desaparecido.










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