En nuestras actividades siempre
nos debería acompañar un mapa de escala adecuada para el caminante
(1:25.000 o 1:40.000) y con información de carácter
excursionista (senderos y caminos, refugios, fuentes, etc.).
Con él podremos interpretar
dónde estamos en todo momento, cuánto nos queda, dónde se sitúan las
alternativas que hemos valorado, el tipo de firme del camino que debemos
seguir, la distancia al refugio, e incluso hacernos una idea de la pendiente
del camino.
Una brújula no ocupa nada y pesa
todavía menos. Nos permitirá orientar correctamente el mapa y
evitaremos interpretaciones erróneas del mapa por tenerlo mal orientado. Si
eres buen conocedor de la zona puede que sepas orientar el mapa sin brújula,
pero si no es el caso o en según qué terrenos más uniformes y perdedores la
brújula es imprescindible para no equivocarnos a la hora de orientar e
interpretar el mapa.
¿Y GPS?, si lo tenemos: ¡lo
llevamos! Llevar el GPS y, por supuesto, saber usarlo, nos
permitirá conocer nuestra posición (nuestras coordenadas) de manera exacta y
poder “ponerla” sobre el mapa, caso de estar perdidos o desorientados.
También no permitirá, si hemos tenido la precaución de cargar antes un
“track” (la sucesión de coordenadas que componen un recorrido), seguirlo y
saber cuánto tiempo o distancia nos queda para llegar al destino.
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